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La campaña comenzó en plena “temporada de conciertos” en la escena musical indie, después de que nuestros fundadores hablaran de sus experiencias de acoso y agresión en eventos musicales en vivo. Al principio, llevaron estas experiencias a las redes sociales, donde los miembros de las bandas y la prensa empezaron a tomar nota y a compartir las publicaciones que ponían de manifiesto la naturaleza inaceptable del comportamiento que habían experimentado.
Ahora, la campaña va por su séptimo año con una serie de representantes regionales junto a los tres fundadores originales repartidos por todo el Reino Unido. Aunque seguimos siendo una operación de base dirigida por voluntarios y que funciona con donaciones, ahora tenemos unos cuantos años más de experiencia a nuestras espaldas. Hemos progresado, pero nuestro trabajo sigue siendo importante en todos los niveles de la industria musical, ya sea defendiendo a los supervivientes, denunciando la falta de diversidad en las alineaciones o ayudando a los locales a acceder a la formación que necesitan.
Es un comportamiento intrusivo y no deseado. La violencia sexual puede afectar a cualquier persona independientemente de su género, pero a menudo se ejerce sobre personas de géneros marginados debido a su género; por eso también se oye la expresión “violencia de género”.
Qué es la violencia de género contra los niños
1Si bien el papel de la violencia en las obras de los dramaturgos estadounidenses de sexo masculino ha sido ampliamente explorado, más notablemente quizás en las obras de Sam Shepard, la noción de violencia contra las mujeres en obras de dramaturgos estadounidenses de sexo femenino ha atraído hasta ahora muy poca atención. Este notable volumen remedia esta laguna, centrándose en una selección de dramaturgas de las últimas tres décadas. Como tal, amplía los debates críticos sobre el canon del teatro feminista contemporáneo en Estados Unidos. En una astuta reconfiguración de las convenciones académicas, este libro, escrito por mujeres académicas, es un cruce entre una colección editada (como sugiere la portada) y un volumen en coautoría. Las distintas voces críticas se fusionan de forma tan eficaz que esta antología bien podría estar escrita por un colectivo que compartiera el sentido de “unión femenina” que tan a menudo se detecta en las obras aquí tratadas.
2Como sostienen las dos editoras, Noelia Hernando-Real y Bárbara Ozieblo, en su capítulo introductorio, “este volumen intenta trazar las formas en que las dramaturgas estadounidenses han reflejado las actitudes cambiantes y las técnicas cada vez más sofisticadas de representación de las reacciones al sufrimiento causado por la violencia doméstica y social en el país y en el extranjero” (2). En su enfoque feminista, las editoras/autoras no sólo se centran en las dramaturgas consagradas. También tienen en cuenta a una serie de mujeres artistas estadounidenses poco estudiadas. Escritoras recientes como Margaret Edson, Cherríe Moraga, Lynn Nottage, Theresa Rebeck, Sara Ruhl, Heather McDonald, Julia Cho, Rebecca Gilman, Hether Raffo y Paula Vogel han ideado obras en las que las mujeres van más allá del victimismo en sus esfuerzos por superar sus traumas. Como demuestran las editoras/autoras, estas mujeres plawyrights a menudo retocan el realismo escénico convencional para evitar la mirada de la vigilancia masculina. Así, recurren a técnicas brechtianas y al teatro de protesta boaliano para transmitir sus puntos de vista feministas.
Significado basado en el género
Al mismo tiempo, esta atención pública también saca a la luz una tensión clave en torno a la violencia de género y la visibilidad, en particular en relación con la cobertura de los medios de comunicación: dada la reconocida influencia de los medios de comunicación sobre cómo interpretamos y respondemos a los acontecimientos, lo que importa no es sólo si se informa de la violencia, sino cómo se informa.
Los estudiosos que responden a la segunda y tercera preguntas están empezando a surgir, pero estas cuestiones, y las preocupaciones que destacan sobre el papel de los medios de comunicación en relación con la violencia de género, han sido importantes desde mucho antes de que la pandemia se extendiera por todo el mundo. De hecho, las académicas feministas y los defensores de los derechos de las mujeres y los niños han comprendido desde hace tiempo la necesidad de informar de forma responsable y, más concretamente, de adoptar enfoques de la cobertura de la violencia en los medios de comunicación que tengan en cuenta el género y la edad, se centren en las víctimas y los supervivientes y se basen en los derechos. Esta posición se basa en el reconocimiento de que las prácticas informativas pueden tener una repercusión directa en las víctimas/sobrevivientes, que pueden ver una cobertura insensible y perjudicial de la violencia de género y decidir no denunciar. Además, cuando las noticias sobre la violencia de género no señalan a las supervivientes a los recursos y servicios pertinentes, esto puede poner a las víctimas/sobrevivientes en mayor riesgo.
Tipos de gbv
Cuando se trata de la desigualdad de género, ningún sector empresarial es irreprochable. La industria de la cultura y de la música, vital para despertar imaginarios sociales y transformar nuestro mundo, no es una excepción. Lanzado en julio de 2020, el movimiento #MusicToo ha recogido numerosos testimonios de violencia sexista y sexual en la industria cultural y de festivales. Aunque una gran mayoría de los inscritos en programas de formación artística y musical son mujeres, su acceso a los puestos de responsabilidad y a los recursos es muy inferior al de los hombres. Además, prevalecen los estereotipos de género, las diferencias salariales y el acoso. La industria musical se está movilizando. El proyecto Rider.e es un ejemplo: pretende proporcionar al ecosistema de la industria (producción, contratación, pubs, seguridad, proveedores de servicios, etc.) directrices y herramientas concretas para avanzar hacia la igualdad y combatir la violencia sexista. Utilizan un enfoque muy pragmático: el principal medio para el cambio es un contrato técnico “rider” para los artistas que tendrá en cuenta estas cuestiones relacionadas con el género.