Antipsicóticos atípicos
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ResumenEn la última década se ha producido un aumento sustancial del uso de antipsicóticos de segunda generación (AGS) para diversos trastornos psiquiátricos juveniles, a menudo como prescripciones fuera de indicación. Aunque se creía que eran más seguros que los antipsicóticos más antiguos, de primera generación, principalmente debido a un menor riesgo de reacciones adversas neurológicas, estudios recientes han suscitado importantes preocupaciones sobre su seguridad en relación con los efectos secundarios metabólicos, endocrinológicos y cardiovasculares. El objetivo de este artículo es actualizar, mediante una revisión narrativa, los últimos hallazgos sobre la seguridad de los AGS en jóvenes. Los resultados sugieren que diferentes AGS pueden presentar diferentes perfiles de seguridad. Los efectos adversos metabólicos son los más frecuentes y problemáticos, con evidencias crecientes de un mayor riesgo de diabetes mellitus tipo II. Los resultados se discuten con especial énfasis en las posibles estrategias de un seguimiento activo, lo que podría permitir tanto a los pediatras como a los psiquiatras infantiles una posible prevención, detección precoz y una gestión oportuna de tales efectos.
Antipsicóticos Huhn
ReferenciasDescargar referenciasAgradecimientosFinanciación de acceso abierto proporcionada por la Universidad de Helsinki, incluido el Hospital Central Universitario de Helsinki. Los autores desean expresar su agradecimiento al grupo de trabajo Drogas y Embarazo, THL, Kela y FIMEA.
Acceso abierto Este artículo se distribuye bajo los términos de la licencia Creative Commons Attribution 4.0 International License (http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/), que permite su uso, distribución y reproducción sin restricciones en cualquier medio, siempre que se cite debidamente al autor o autores originales y la fuente, se proporcione un enlace a la licencia Creative Commons y se indique si se han realizado cambios.
Eur J Clin Pharmacol 76, 107-115 (2020). https://doi.org/10.1007/s00228-019-02769-zDownload citationComparte este artículoCualquier persona con la que compartas el siguiente enlace podrá leer este contenido:Get shareable linkSorry, a shareable link is currently not available for this article.Copy to clipboard
Lista de antipsicóticos de segunda generación
Las personas con esquizofrenia tienen tres veces más probabilidades de morir prematuramente por causas naturales (principalmente enfermedades cardiovasculares) en comparación con las personas sin trastornos mentales[nota 1] [nota 2]. La esquizofrenia también parece estar asociada a factores de riesgo modificables y no modificables de morbilidad y mortalidad cardiovascular (p. ej., tabaquismo, mala alimentación, sedentarismo y antecedentes familiares de enfermedad cardiovascular).
Algunos antipsicóticos atípicos (de segunda generación) se asocian a un aumento de peso significativo (>7% del valor basal), dislipidemia e hiperglucemia (efectos adversos metabólicos). Los antipsicóticos atípicos individuales difieren en su propensión a los efectos adversos metabólicos: los datos disponibles sugieren que la clozapina, la olanzapina y la quetiapina están especialmente implicadas[nota 3].
Un análisis de los datos de referencia del estudio Clinical Antipsychotic Trials of Intervention Effectiveness (CATIE) confirma que las personas con esquizofrenia reciben un tratamiento insuficiente para los trastornos metabólicos[nota 4]. Dado que las personas con esquizofrenia tienen un mayor riesgo basal de morbilidad y mortalidad cardiovasculares, durante el tratamiento con antipsicóticos atípicos es necesario tener en cuenta lo siguiente para favorecer la salud física del paciente a largo plazo:
Antipsicóticos de tercera generación
La esquizofrenia es un síndrome heterogéneo que incluye alteraciones del lenguaje, la percepción, la cognición, las relaciones sociales y la volición.1 Los síntomas incluyen síntomas positivos (es decir, delirios, alucinaciones) y negativos (es decir, retraimiento social pasivo/apático, afecto embotado) y psicopatología general (es decir, preocupación, falta de perspicacia, retraso motor). La aparición de los síntomas suele producirse al final de la adolescencia o en la edad adulta, y afecta aproximadamente a entre el 0,4% y el 0,6% de la población mundial.2 Los antipsicóticos representan el tratamiento de primera línea para los pacientes con esquizofrenia y han sido la base del tratamiento desde la década de 1950. La Asociación Americana de Psiquiatría (APA) recomienda actualmente que la selección de un antipsicótico se base en las respuestas previas del paciente al fármaco y en su perfil de efectos secundarios.3
Los antipsicóticos convencionales (denominados antipsicóticos típicos o de primera generación [AGP] (es decir, haloperidol, clorpromazina)) actúan sobre el sistema dopaminérgico bloqueando los receptores de dopamina de tipo 2 (D2).4 Sin embargo, este mecanismo provoca diversos efectos secundarios extrapiramidales (por ejemplo, temblor, dificultad para hablar, acatisia, distonía), algunos de los cuales aparecen tras una exposición prolongada (por ejemplo, discinesia tardía), discinesia tardía).5,6 Aunque estos antipsicóticos son eficaces contra los síntomas positivos de la esquizofrenia, se considera que son ineficaces en el tratamiento de los síntomas negativos.7 Estos síntomas desempeñan un papel fundamental en la aparición de las graves discapacidades sociales y profesionales que sufren muchos pacientes con esquizofrenia.8